UN MUNDO ROSA SALINA LAS PIEDRAS – PCIA. DE BUENOS AIRES
- Adriana Buchele
- 30 ene 2021
- 2 Min. de lectura

Mirando el GPS, una mancha rosada llama mi atención, en el Sur de la Pcia. de Buenos Aires. Allí donde generalmente comienza la recta interminable de asfalto que se pierde en el última lomada del horizonte, donde comenzamos a acostumbrarnos de a poco a lo que vendrá, la región Patagónica. Ese camino se dirige justo hacia la última ciudad de la Provincia, Carmen de Patagones, y allí, justo allí, unos kilómetros antes, cerquita de la ruta pero aislada y protegida por caminos de ripio, esta esa mancha rosada.
Saliendo desde Bahía San Blas la ruta es un poco más complicada. Desvíos de caminos que solo saben los lugareños, de ripio, arena y mucho pero mucho serrucho, donde los dientes tintinean y las cosas dentro de la gotita rodante caen, suicidándose sobre la cama. Solo el GPS nos dirige hacia ese rumbo y alguna que otra indicación de la amable Señora que me atendió varias veces en al Dirección de Turismo de Bahía San Blas. Caminos angostos con remolinos de viento y arena que nos cruzan hacen vacilar la camioneta. Alambrados solitarios, campos sembrados y algún que otro verde por allá con blancas ovejas caminando.

En una subida divisamos una mancha rosada. El camino va acercándose desde esa zona y bordea una de las orillas de la salina. Los ojos no paran de disfrutar semejante belleza.
Al fin, luego de equivocarnos y meternos en otro camino con tanqueras, logramos ingresar desde donde los camiones de sal van transportando su carga para el norte.
Gracias a la amabilidad del encargado de uno de los establecimientos que explota la producción de sal, el Dr. Denis, nos permite quedarnos y observar la cosecha.

Una extensión blanca rosada se extiende delante de nuestros ojos con brillos de cristales que invaden nuestra retina. Frente a nosotros tenemos este pequeño mar rosado, una perla que queríamos conocer en este viaje por tierra. Solo debemos tener cuidado con los camiones que van y vienen sin parar y velozmente hacen su huella sobre el manto salino. Cargan en fila, en marcha y moviéndose para luego salir una y otra vez sin para rumbo a la montaña de sal a descargar. Estamos en presencia de la época de cosecha. Cuando las lluvias cubren este manto salino, solo hay que esperar que el sol evapore el aguapara dejar este fruto que nos da la tierra listo para cosechar. Y allí es cuando comienza toda esta algarabía de idas y vueltas de motores rugientes.

Su color rosado es inimaginable y se debe a un alga llamada Dunaloella Salina que produce en forma natural una sustancia carotenoide, la cual son de color rojizo. E color aumenta a medida que se evapora el agua y precipita la sal, reflejando el color sobre el cristal de sal.
Que más decir….. solo hay que dejarse llevar, mirar y transportarse a un mundo salado y rosado.
Al infinito y más allá.
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