El mapa me llama para finalizar un tramo del Rio Uruguay que quedo guardado en el cajón de los proyectos. Como una gota de tinta marrón que se desliza sobre el papel dejando huecos sin pintar, de esa forma es este hermoso rio. Fluye y deja asomar los arenales blancos o amarillentos, como tesoros que emergen y brillan luciendo su dorado. Aguas cálidas de febrero acarician con vida las costas de vegetaciones tupidas de verde intenso formando murallas que protegen los cor
azones de cada isla.
El bote primero avanzará corriente en contra por casi dos dÃas saliendo desde Concepción del Uruguay y llegando frente a Paysandú (ROU), para luego descender hacia el sur y finalizando en Gualeguaychu.
Primero exploro el Rio Urquiza, ancho, que me regala carpinchos mansos dejando al bote que se acerque casi casi hasta tocarlos. Luego enfilo hacia la Isla Almirón Chico, que en su parte sur asoma el arenal, lugar ideal para acampar. La transparencia de sus aguas es notable y el fondo de arena blanca maravilla mis ojos que ven a mis pies entre miles de pequeñas mojarritas haciéndome cosquilla.
El silencio invade el atardecer, el sol cae y se estrella en el horizonte del continente para dejar paso a los insectos que se acurrucan entre mis cabellos. El ruido de peces curioseando fuera del agua y jugando a tirarse panzazos, es lo único que interrumpe la noche. El cierre de la carpa apaga el espectáculo y ese primer dÃa, como todo primer dÃa de travesÃa larga, comienza el proceso de desconexión y de conectar con lo simple, sintiendo el mundo girar.
Hasta la próxima aventura!
