SUPerando las olas del Tigre
- Adriana Buchele
- 5 may
- 2 Min. de lectura

El Delta de Tigre es una región con vida propia que cualquiera ya la puede palpitar al acercarse a la estación Fluvial. Los colores del barniz brillando en cubierta de las lanchas pasajeras, los movimientos de agua abruptos, la gente que va y viene, mezcla de turistas sacando fotos junto a pobladores isleños que bajan y suben de las lanchas colectivas insertos en su mundo rutinario y común, que saltan del muelle a la lancha y viceversa cargados de bolsas de compras o bien vestidos para ir a un evento familiar en el continente. También están los olores de ese combustible quemado por los motores que se mezcla con los sahumerios de algunos puestos a la entrada de la estación y los infaltables olores de comidas rápidas que inundan lo natural del paisaje.
Pero hay algo, una llave, un pasadizo a un mundo fantástico, como en las películas y es, en ese momento donde tiramos nuestra embarcación al agua y pedimos permiso al tránsito, cruzamos el rio Lujan y allí es donde se abre la puerta y comienza lo inimaginable. Nos internamos entre arroyitos diminutos, que con bajante va quedando un hilo de agua navegable, donde los puentes peatonales nos pasan por encima y las veredas de nuestro mundo urbano, allí, en las islas, son pequeños senderos frente a las casas que van zigzagueando la orilla del rio. Junto a él, hacia un lado los pastos, juncos y hortensias son los paisajes comunes y hacia el otro, casitas elevadas que sortean los interminables ciclos del río de La Plata, que inunda sus regiones propias que caprichosamente los humanos ocupamos.
La vida es simple, al ritmo del rio. Es húmeda, con ese olor a madera impregnada de rio por doquier. Es fría, por la humedad que lo cubre todo como una manta que no abriga. Es tibia, por los rayos de sol invernales que atraviesan los álamos del jardín. Es de color, cada estación tiene una paleta de pintor con tonos que van de pasteles a fuertes. Es perfumada, cuando las flores blancas del canelo o la madreselva lo inundan todo. Es silenciosa, cuando las voces de los pasajeros de la lancha se escuchan a lo lejos y las trae la brisa matutina. Es cruda, con los días cortos de invierno. Es ruidosa con el trinar de los pájaros en primavera. Así el isleño se fue mimetizando y nos da la posibilidad de conocer su hogar.

Mientras remo con mi pequeña embarcación y los perros me ven pasar recostados en los muelles, sobre mi cara caen miles de hojas amarillas de los sauces, los últimos alguaciles revolotean curiosos y diminutas mariposas blancas juegan con las hojas del otoño, yo sigo mi camino recordándome lo afortunada que soy en ese instante, de estar justo aquí, entre islas.
Delta de Tigre, gracias.
Embarcación Tabla de SUP aquamarina, modelo Breeze.
Rio Lujan, Rio Sarmiento, Arroyo Abra Vieja.
Hasta la próxima aventura
que lindo ma❤️