PUERTO DE IBICUY
- Adriana Buchele
- 22 abr 2021
- 3 Min. de lectura
(esta vez los invito a imaginar un puerto pujante de Ferrobarcos y trasladarnos a otras épocas. Los personajes son inventados pero, quizá… fueron realidad.)
Don Santiago estaba parado y con la cabeza mirando el río correr muy cerca de las vías del tren. Sus ojos claros se dejaban llevar por la corriente. Afeitado a navaja del dia anterior cuando comenzaba a preparar el bote para la mañana siguiente, bien temprano, antes que la neblina sobre el río se levantara. Ese día remó despacio cruzando el rio, rumbo pa´la Capital para tomar el ferrobarco. A su derecha y colgado de la mano un atado prolijamente envuelto con papel de diario e hilo sisal. El ultimo cuero de carpincho seria un buen regalo para su cumpa Don Pablo, que visitaría por segunda vez en los pagos de La Boca, donde se rumoreaba por ahí que andaba mal de amores. Al rato se escuchan ruidos y ladridos de perros. Los niños comienzan a correr mirando las vías. El tren toca su silbido desde lejos para asustar algún bicho distraído que esta en el camino. El ferrobarco ya esta prolijamente amarrado hace rato, esperando, impaciente su carga de vagones. Las maderas del muelle crujen con los cabos firmes que tiran por la corriente. El tren para y baja Don Víctor y su mujer. Trae envuelto en una manta tejida a mano y utilizada por los mismos tres hijos, una beba dormida. Ella no mira directamente a Don Santiago y con la cabeza gacha sigue a su marido que sonríe y estira la mano franca a su amigo. Don Victor, como anda usted! Y el, con orgullo desvía la vista hacia el tesoro que lleva su mujer entre los brazos. La primer niña de la familia. Una charla amena pone en conocimiento los últimos acontecimientos de la isla. La crecida del jueves, el caballo desbocado de Don Martin, el patrón del campo que paso hace unos días y trajo mas hacienda en el barco desde Zarate.
Indiferentes a todo, el tren se desengancha y es cargado vagón por vagón al ferrobarco. Alboroto de gente que va y viene, carga de fardos que bajan, cajas que suben, abrazos de despedida, manos saludando desde la orilla. Confusión y revuelo. Lágrimas y suspiros. Don Santiago debe partir. Llegará a Zarate y seguirá en tren hasta la Capital mientras que Don Victor y su mujer con la güriza embarcaran en la lancha para navegar otras horas y llegar a la isla, a reencontrarse con los demás niños que quedaron solos a cargo del mayor.
Se desatan los cabos, el motor ya esta en marcha hace rato, despacio las vías que unen tierra y barco se desconectan. El sistema de pesas para equilibrar todo hizo un buen trabajo. Despacio, la corriente separa al barco, las manos saludan, se escucha un acordeón que comienza a tocar, la música invade la cubierta, el puerto de Ibicuy se aleja, algunos comienzan a bailar, otros con nostalgia ven hundirse a Ibicuy entre lágrimas y congoja. Don Santiago se sienta cerca de la popa y enciende un cigarrillo. Pitadas cortas. El humo pone en tinieblas al Puerto….. al Puerto pujante de Ibicuy.
Este será el comienzo de un nuevo relato, que publicaré mas adelante de la realidad que vive hoy el Puerto. Lo que fue y lo que es. Ahora solo déjense llevar por la imaginación.
Hasta la próxima aventura!
Comments