EXPEDICION “AL CORAZON DE LAS LECHIGUANAS” 2-2021: Parte IV: “LABERINTOS”
- Adriana Buchele
- 12 mar 2021
- 3 Min. de lectura
El Arroyo Tigre nos llevará al centro de la región de las Lechiguanas. Ya su puerta de entrada es complicada, posee tres bocas y solo una es la correcta. Como un cofre con una única combinación de clave entramos por una de ellas. Arboles caídos en la entrada de su boca ancha y engañosa. Luego se despliegan una maraña de juncos y ramas caídas que solo pasa muchas veces los botes en fila. Solo tenemos uno de los gps con el track de una entrada de otro viaje de Jimmy. Confiamos en el. En mi gps las coordenadas marcadas daban un lugar no muy definido con bañados, así que seguimos el curso de agua con mas corriente que nos hacia entrar a ese laberinto.

Llevábamos muchas horas de remada sin parar. Tampoco podíamos detenernos, los mosquitos y mosquitas pequeñas eran insoportables. Un zigzag de acertijos y después de un rato, la línea de bosque tupido desaparece y aparece un arroyo completamente diferente, rodeado de un pequeño acantilado de no mas de 2metros, y una planicie con vacas. Algunos desagües naturales quiebran la tierra y en épocas de lluvias trae agua de adentro de estos humedales. Allí si logramos bajar un ratito para estirar las piernas y ver, en el horizonte a donde quedaba el serpenteante Rio Pavón, con sus árboles grandes siguiéndolo. Hacia el otro horizonte, la nada. Como una pampa, el limite de planicie sigue y sigue. Para ese horizonte se internaba nuestro arroyo Tigre…. Y a ese rumbo nos metemos remando los 80km de incógnita.

El acantilado comienza a bajar y forma a los pocos km una planicie, con muchas vacas y caballos. A partir de alli los peces saltan sin darse cuenta de nuestra presencia. Tocan el bote y continúan con su actividad. Las bandadas de pájaros nos impresionan, en especial los chajás, que por grupos de mas de 30, en las curvas, ni bien asoma nuestra proa, levantan vuelo con un ruido que impresiona. Son como motores encendidos, aleteando despacio y muy celosos de nuestra presencia. Teros, ralladores, espátulas rosadas, patos, cisnes de cuello negro, carpinteros, garzas, todos, absolutamente todos, integrándonos a su paisaje. Nos quedamos con la boca abierta. El esplendor de este lugar es único. El arroyo corre despacio, esquiva algunos juncos de un lado, del otro nutrias nos miran pasar. Va cayendo el sol, el barómetro baja y baja… sabemos que esa noche la tormenta estará encima y no va a haber reparo. Unos troncos secos como esperándonos en una de las márgenes nos hacen tomar una decisión acertada. El campamento se hará alli. Nos bañamos y en un minuto prendemos el fuego, armamos la cocina y mientras mate va y mate viene preparamos la cena. Los mosquitos no cesan y a esto se suman las hormigas coloradas, enfurecidas, se ensañan con el bote amarillo. Suben hasta por un mínimo cabo dejado al azar colgando de la cubierta. Cerramos los tambuchos, el cockpit, pero invaden todo.

Estamos completamente tapados, las mosquitas al atardecer aparecen, esas pequeñas que buscan en un segundo los lugares mas cosquillosos del cuerpo, las orejas y la nariz. Comemos rápido, el sol se mete ya detrás de un hermoso yunque de nubes formando colores indescriptibles. Los animales están intranquilos, se sienten gemir, vuelan otros de aquí para alla. La nube de mosquitos del horario de la puesta de sol se siente venir. Ya tenemos todo guardado, el fuego apagado y listos para meternos en la carpa. Es un segundo, cada uno se zambulle como puede a su carpa. Solo dejo la ventana de los costados. El ruido ensordecedor de nubes de mosquitos aparece, atacando la lona. Espío desde la ventanita, feliz de estar a salvo y con un buen mosquitero. En el horizonte el cielo se raja, se sienten los truenos, cuento los segundos, calculo distancias, ruidos y mas ruidos de animales incomodos, la calma antes del temporal, y me duermo.

Solo recuerdo que desperté, el viento era muy muy fuerte, barrió mi carpa y la recostó sobre mi cuerpo. Pongo todo en bolsas estancas, solo dejo la toalla afuera, sigo acostada con la carpa encima, sintiendo la lluvia fría caer, sin mojarme. El viento barre todo. Respiro. Solo hay que esperar, la naturaleza sabe cuando termina su trabajo. A los 20 eternos minutos la voz de Jimmy, a lo lejos, confundida por el ruido de la lluvia y el viento, estas bien? Y si… solo hay que esperar. Otros minutos mas y todo se calma. Salimos, verificamos las varillas, la tela, los botes….

Todo igual….. ya paso, y los animales lo anuncian, en la oscura noche ya aparece la luna por un rincón y junto a ella el ruido nuevamente de ellos y las hormigas en los bordes de la carpa también acurrucadas se duermen junto a mi. Una vez mas, me meto en la bosa de dormir y cierro los ojos. Mañana será otro día……
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