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Arroyo El Pescado

Hay veces que digo o pienso o imagino…” me tiro de acá”….. señalo el mapa, salgo, y muchas veces la naturaleza me sorprende. En este caso el comienzo fue… diría, con un paisaje no apto para remar, mucho calor, poquísima agua pero…. con solo seguir el estrecho sendero que sale desde el nuevo puente de la Ruta Pcial. 11 hacia el rio, todo se va transformando en navegable.

Una cortadita permitió bajar los dos botes y en un abrir y cerrar de ojos estábamos navegando con la suficiente agua para no encallarnos.

El bosquecito termina y el arroyo penetra zigzagueante entre campos. En cada curva, lo que se veía con bordes blancos o de conchillas, eran, la mayoría recodos del arroyo donde las vacas bajan a tomar agua. Esto hace que se forme una playita en donde ellas en todo momento nos miraban como acusándonos de invadir su lugar secreto. En varias ocasiones el bote lo dejo deslizar sobre el agua, y ellas, con la vista fija, con esos ojos redondos y negros como si no hubiese nada que las sorprenda, apenas con un movimiento de cabeza y patas en el agua, autorizan la remada. Los terneros mucho mas curiosos, tratan de acercarse o suben al pequeño acantilado y espían, atentos y preparados para correr.


El agua transporta momentos. Transporta resaca que deja su huella arriba, colgada de los árboles, puestas en crecidas pasadas. También transporta huesos de otras vacas que fueron arrastradas por la fuerza. Transporta vida, inundando sus costas y haciendo florecer los ceibos. Algunos alambrados cruzan el arroyo delimitando vaya uno a saber que, alli, donde el agua corre y la tierra no es de nadie, o es de todos……

Nos faltan menos de un kilómetro para el próximo puente de la calle Montevideo. Dos árboles enormes atrasan los tiempos. Seguramente que cayeron hace poco. En una de sus horquetas todavía una casita de hornero inundada se conserva intacta.


Ya se escuchan ruidos de civilización. Lástima….. la huella de la mano del hombre en sus orillas deja, indiferente al paso del tiempo, unos autos abandonados. Termina la quietud. Y el Pescado sigue corriendo, como buscando su libertad que pronto llegara, en Rio de La Plata que lo espera impaciente.



Agradecimientos:


Gracias “Marilu” por aceptar esta invitación imprevista.


Gracias a mi equipo siempre firme, siempre listo, siempre compartiendo las aventuras, desde cualquier lugar, metiéndose al barro o al agua, o al campo o a cualquier lugar que surja una historia para contar. Ellos son, mis padres, Carlos y Margarita y mi hijo Ulises.





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