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Rodando el desierto - Mar de Ancenuza - Pcia. de Cordoba


Una vasta región se hunde como un recipiente hecho de tela en el territorio cordobes que se va llenando de a poco con aguas serranas. Sus venas son tres ríos que formar esa laguna llamada Mar Chiquita en la Provincia de Córdoba, como un mar inmenso que se confunde con el cielo a lo lejos en el horizonte.

La Paquita, un pueblo muy cerquita de sus orillas pero lo suficientemente alejado para protegerse de las inundaciones de ciclos lógicos de una naturaleza que es dueña del todo. Desde allí partimos en una exploración en bicicleta por ese desierto que se forma cuando el ciclo esta en bajante y deja en el horizonte pinceladas rosas de flamencos en absoluta libertad, amos y señores de esta región.

Un pequeño camino nos lleva a la playa, y ya desde el vamos supimos que esta no seria una pedaleada distendida. En cuanto te alejas de la vegetación baja y dura comienzan, en algunos lados a sobresalir troncos de lo que fueron arbustos en otras épocas, quemados por la sal. Mas allá el blanco y gris se pierde hundiéndose en el agua lejana de la laguna. Al internarnos las bicicletas se tornan pesadas, muy pesadas, se hunde la rueda y comienza el ruido típico de la pasada de cambios uno a uno hasta llegar al limite de estar algo cómodo de lo que sabemos hacia el futuro que lo incomodo será comun los días restantes.


alrededor, blanco y gris, gris y blanco. La rueda se aplasta y parece pinchada. Los cristales de sal se quiebran y mi vista comienza a leer el terreno buscando la firmeza de esa pizarra. Gira y gira lentamente la rueda, los pedales, todo circular, pienso en circular haciendo trabajar mi cerebro para no perder la tranquilidad. Circular, pies, circular, arriba, abajo, fuerza circular, como un mantra me concentro para no perder esa calma. Algún quejido de la bici comienza a sentirse al pasar las horas, la respiración se transforma en el único sonido de esa inmensidad. El agua potable es lo único valioso allí, se mide gota a gota, se calcula y se disfruta cada sorbo. El sol pica en apenas una parte de mi cuerpo que llevo desprotegido, la nariz.


Cae la noche y cualquier lugar es bueno para acampar. Todo es igual. Blanco gris, gris blanco. No hay pisadas de nada, de ningún ser diminuto, no vuela nada, los flamencos quedaron lejos, no hay agua, no hay reparo. Un silencio absoluto, un silencio que se escucha en profundidad. El sol cae entre los rayos de la bicicleta y la noche aparece de golpe trayendo la brisa fresca y salada. No hay palabras para describir este momento de transición, entre la luz y la oscuridad.

Sentada entre la carpa y la bici, respiro profundo y siento este paisaje áspero, cruel que cobija a una de las mas hermosas especies de flamencos, frágiles y elegantes a la vez, y me siento afortunada de presenciar este instante de naturaleza en su plenitud. Cierro mis ojos y me duermo inmersa en el silencio de la libertad, soñando….. rosado.


Hasta la próxima aventura!

Mar Chiquita o Mar de Ansenuza – Pcia. De Cordoba – Argentina

Tres destinos en uno para el viajero curioso:

1. Los flamencos, para el que le gusta la naturaleza.

2. Historia de Miramar y sus continuas inundaciones.

3. Historia del Hotel Viena.

El nuestro…… destino desierto, abriendo camino por el silencio.

Agradezco a mi compañero de esta aventura, Santiago Sills.

Al Director de Turismo de La Paquita, Juan. A Cindy que nos abrió las puertas del centro Tradicionalista . A Estancia Rancho Viejo por el valioso dato del manantial. A Graciela Sills por los caramelos de miel, valiosa fuente de energía en las largas horas de pedaleo. A muchas otras personas anónimas que nos brindo un pedacito de campo donde tirar la carpa entre Cordoba y Santa Fe. Y En especial a los trabajadores de la cooperativa que mantienen los caminos rurales cordobeses, son valiosísimos para todos los ciclistas que no nos gusta pedalear por la ruta.

Infinitas gracias!



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