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PARAJE BARRIENTOS – ALMACÉN DE MONGIARDINI - Lobos


La bicicleta sale felizmente del Castillo Del Carril y dobla rumbeando hacia el boliche. Se escucha desde adentro de las alforjas el tintineo de las fichas del Pool, listas para comenzar la partida. A lo lejos la polvareda se levanta, un tractor finaliza su trabajo y va hacia el mismo rumbo. En el silencio del camino, la música suena dentro del galpón del Club Atlético Alumni y las luces de la cancha de bocha ya están prendidas. Gauchos en alpargatas y camisa remangada observan alrededor apostados estratégicamente y miden milimétricamente la jugada. El campeonato termina el domingo y en el escenario del club, en un rincón esperan ser entregadas los trofeos altos, dorados y lustrosos para los ganadores . El boliche está a pleno, gente que entra y sale con bebidas en la mano, otros con algún sándwiches de jamón crudo en la mano envuelto en una servilleta blanca. El olor a asado invade el patio. El vino corre, las mujeres se reencuentran, el sol cae, risas, niños corriendo y jugando entre los alambrados, un tractor carga combustible en la puerta mientras acomoda el paisano su bombacha de campo sobre el estribo polvoriento, los perros ladran detrás de algún pie que patean la pelota. Mi bicicleta sigue rodando, se acerca de a poco. Me pasa una camioneta y me envuelve en polvo, me transporta en esa nube de recuerdos, huelo, siento, escucho toda esa algarabía de aquellos años, sonrío. Mis antiparras quedan sucias, debo parar, el polvo cae lentamente y de repente aparece, hoy, majestuoso, el Boliche de Mongiardini, allí, en completo silencio.


Se abre la puerta y una mujer simple aparece. Viene con las llaves del candado de entrada, sonriente de este encuentro, de esta visita. No nos conocemos personalmente pero Tati ya es como una amiga. Su mirada amable y sincera me abre la puerta de su casa, para mostrar la historia familiar plasmada en ese Boliche y sus alrededores. Ella, con voz pausada cuenta detalles al ritmo de su profesión, maestra rural, un orgullo para la zona. El boliche esta intacto, pero vacío de lo que antes fue un ramos generales. Hoy mantener este lugar no es fácil, sin embargo el encanto y los detalles siguen allí, solo viendo pasar el tiempo. El mostrador gastado de tantos codos seguramente apoyados y esperando que los atiendan, la mesa de pool, que habla por si sola de cuentos, borracheras, discusiones, risas y encuentros entre amigos. Un banco donde tantas parejas compartieron secretos. En un rincón, alpargatas envueltas en nylon y tierra, esperando algún día caminar por esos campos. La calidez de esa tarde invitó a seguir charlando e imaginando lo que fue y lo que no debe perderse, lo importante del lugar, los valores que forjaron familias de trabajo que siguen apostando a esta región. La escuela rural tan importante de la zona que quiere seguir invitando a los chicos a quedarse en el lugar, a seguir perteneciendo. Historias de mujeres como las de Tati, deben ser contadas y oídas en los pueblos cercanos para saber lo que fue y luchar para que no desaparezca estos maravillosos parajes de la Pcia. de Buenos Aires.



Agradecimientos:

A Tati y su esposo por abrirnos su hogar. GRACIAS

A Ignacio, Director de Turismo de Lobos por su disposición a brindarme información y contactos y por acompañarnos en un tramo del recorrido en bicicleta.

A mis amigas, que acompañaron esta nueva aventura.

Gracias!!!!

Hasta la próxima aventura!



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